“Ninotchka”
(Ernst Lubitsch, 1939)
Con más de 30 largometrajes a sus
espaldas, el director judío-alemán de origen ruso Ernst Lubitsch se trasladó en
1923 a
EE.UU. apadrinado por la estrella de Hollywood Mary Pickford. Allí rodaría una
serie de obras maestras de la llamada ‘comedia sofisticada’ en las que
intercalaba sutilmente temas sociales o políticos al servicio de la trama
cómica. Films como “Un ladrón en la
alcoba” (1932), “El bazar de las
sorpresas” (1940) o “Ser o no ser”
(1942) forjaron un sello de estilo conocido como el ‘toque Lubitsch’ (sus
elegantes argumentos cargados fina ironía y un gusto por ‘sugerir’ más que
‘mostrar’ que se hacía evidente en cuestiones de erotismo o crítica); el cual
alcanzó su cumbre en “Ninotchka”,
imprescindible comedia sobre el choque cultural y las ideologías que se ríe del
comunismo y del capitalismo a la vez que nos regala una Greta Garbo como jamás
la habíamos visto (la publicidad del film anunciaba que por fin ‘Greta ríe’, en
referencia a los papeles de ‘mujer glaciar’ que normalmente interpretaba) y una
trama repleta de ingeniosos gags y sarcásticas reflexiones.
El gobierno ruso envía a Iranoff (Sig
Ruman), Buljanoff (Sig Ruman) y Kopalski (Alexander Granach) para
que vendan unas joyas en París, pero el gobierno francés las requisa y, a la
espera de saber quien es el dueño legítimo, los emisarios rusos se instalan en
un hotel y comienzan a ser tentados por el modo de vida consumista. Ninotchka
(Greta Garbo) es una enviada especial que llega a París para arreglarlo todo y
traer de vuelta a los tres impresentables, pero también cae en las garras de
Occidente cuando, por ironías del destino, comienza a sentir algo por el conde
Leon (Melvyn Douglas), el cual representa todo lo que un comunista tiene que
odiar.
Ernst Lubitsch, como supervisor de la Paramount , impulsó las
carreras de jóvenes prometedores que venían de una turbulenta Europa al borde
de la guerra. Así, Lubitsch ayudó a Otto Preminger en la dirección “La Zarina ” (1945) y dio la oportunidad a Billy
Wilder de demostrar que era un guionista excelente en “La octava mujer de barba azul” (1938) y en “Ninotchka”, la mejor colaboración Lubitsch-Wilder (el cual siempre
se consideró un discípulo del maestro Lubitsch; siempre que se atascaba
escribiendo un guión miraba un cuadro que tenía en el despacho que decía:
‘¿Cómo lo habría hecho Lubitsch?’).
- Para quien quiera trasladarse a una
época en la que aún había elegancia en la comedia.
- No pierdan el tiempo los fanáticos del
ritmo endiablado del (buen) humor moderno.
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