Filmoteca
Regional, 4 y 8 de Febrero
“La Vida
es Bella” (Roberto Benigni, 1997)
Reivindicando a
Roberto Benigni como un ‘autor’
Acusada por
cierto sector del público de ser una cinta lacrimógena sin más, lo cierto es
que “La Vida es Bella” es la culminación, en forma de
genial film de autor, de la carrera de Robert Benigni, el cual también ha sido
sistemáticamente infravalorado por su condición de ‘payaso’. Benigni comenzó en
los 70 como provocativo monologista (lo que refuerza cierta afinidad con Woody Allen)
y tras algunos papeles secundarios en el cine para directores tan importantes
como Bernardo Bertolucci (“La luna”,
1979), Costa-Gavras (“Una mujer
singular”, 1979) o Marco Ferreri (“Chiedo
asilo”, 1979), demostró sus aspiraciones dirigiendo, escribiendo y
protagonizando el film episódico “Tu mi
turbi” (1983), en el que desplegaba ya su humor de aspecto inofensivo pero
altamente incisivo mezclado con cierta poesía visual y argumental. Al año
siguiente unió fuerzas con Massimo Troisi (actor y guionista de culto, protagonista
de “El cartero (y Pablo Neruda)”,
1994) para crear uno de los grandes éxitos del cine italiano menos exportable: “Non ci resta che piangere”, una farsa en
la que dos profesores viajan al siglo XV, con cómicas consecuencias. Benigni se
convirtió en una superestrella en Italia, pero el tenía otros planes para su
carrera.
En 1986, Roberto
Benigni, que prácticamente no hablaba inglés, cambió de tercio cuando se puso a
las órdenes del director de cine independiente Jim Jarmusch (con el cual había
hecho amistad en un pequeño festival de cine en el que ambos dieron la nota
como miembros del jurado) para rodar “Bajo
el peso de la ley”, film que confirmó el talento de Jarmusch y dio a
conocer a Benigni a nivel internacional gracias a su divertido y tierno papel
de un inmigrante italiano encarcelado junto a un proxeneta (John Lurie) y un
disc jockey (Tom Waits). Benigni repetiría con Jarmusch (en el surrealista
primer corto de la serie “Coffee and
Cigarettes”) antes de volver a Italia a romper taquillas con “Soy el pequeño diablo” (1988), para la
que contó con el veterano Walter Matthau. Esta fue la primera colaboración con
el guionista Vincenzo Cerami, del que no se separaría hasta la actualidad.
Tras
protagonizar el último film de Federico Fellini (“La voz de la luna”, 1990) y
trabajar con Jim Jarmusch por tercera vez (en la imprescindible “Noche en la Tierra ”, 1991); sus dos
siguientes películas (“Johnny Palillo”,
1991, y “El Monstruo”, 1994) se colocaron
entre las más taquilleras de la historia en Italia, aunque no consiguieron
proyectar fuera del ‘país de la bota’ la popularidad de Benigni. La confusión
de un tipo ‘normal y corriente’ con un gangster (en el caso de “Johnny
Palillo”) y con un asesino en serie (en “El Monstruo”) daba pie a Benigni y
Cerami para desplegar un prodigioso e ingenioso entrelazado de gags que se
repiten y se complementan a lo largo del metraje provocando ya esa mezcla de
humor grueso, sátira inteligente y sentimientos bienintencionados que harían de
su siguiente film (“La vida es bella”,
1996) la culminación de una manera muy personal de hacer cine, cine de autor.
- Para quien quiera
trasladarse a una época en la que aún había elegancia en la comedia.
- No pierdan el
tiempo los fanáticos del ritmo endiablado del (buen) humor moderno.
Rubén Párraga Díaz - Cineblog.net
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